Thursday, March 18, 2010

Mis comienzos...

Desde que tengo memoria, los caballos han sido el centro de mi atención. Recuerdo que, en casa de mi abuela, cabalgaba como podía mi cama, jugando a algun episodio de la serie "Sandokan, el tigre de Malaysia". Ahora que lo pienso, algunos de los estilos del Pencak Silat vienen de Malaysia... Enfin, que no tengo bien claro si yo era Sandokan galopando al rescate de La Perla de Labuan o si personificaba La Perla de Labuan anelando la ayuda de Sandokan. Lo seguro es que, en mi fantasía, cabalgaba un magnifico caballo blanco. Recuerdo a mi tía, la zia Lella, que, antes de enfermar oficialmente, me dijo: "algún día te regalaré un caballo". Pensando de se trataba de uno de juguete, le pregunté y me contestó que no sería de madera, sino uno de verdad. La zia, poco después, murió en esa misma cama donde yo jugaba a cabalgar en la jungla del Sur Oeste Asiatico.

Algunos meses antes de cumplir los 6 años, mi padre decidió llevarme a una escuela para aprender a montar. En un principio, Katia, la maestra no quería, ya que la edad minima legal para empezar era de 6 años y yo no los había cumplido todavía, pero al ser bastante alta y tan emocionada con poder al fin aprender, accedió a aceptarme en su clase.

Me tenían que subir al lomo de Selvaggia, una vieja yegua castaña que Dios solo sabe a cuanta gente había enseñado a montar. Mis pies casi no llegaban siquiera al costado de ella: la montura era más larga que mis piernas. Tenía que parecer un monigote lo alto de Selvaggia! Estaba, como siempre, veraneando en la casa de la playa de mi abuela, en Viareggio, y ese verano poco me importaba ir a la playa: lo que quería era que los días que no tenía clase pasaran rápido.

Pasaron los años y mi pasión no mermó, al contrario, se hizo cada día más fuerte. Mi madre tuvo una caída muy fea en la que se fracturó un hombro. Aún no ha recuperado completamente la movibilidad de la articulación. Desde entonces sufre cuando me ve montar. El verla caer malamente, no me asustó ni me hizo planear ni un momento el hecho que la equitación podría ser un riesgo. Seguí.

En 1979, Rocco, el maestro de la cuadra donde iba, decidió que había llegado el momento de enseñarme a saltar. Aquel día estaba muy cansada, no recuerdo el porque, terminé mi clase normal y como premio Rocco me explicó como enfrentarme a un obstacúlo. Salté 3 veces, muy bien. Al cuarto obstacúlo... no recuerdo nada... la imagén que tengo es en blanco y negro, sin sonido, sentada en la cuadra y Rocco dandome un vaso de agua. Poco después estaba otra vez en la montura, ya veía los colores y oía a Rocco diciendome de deslizarme hasta tocar el hombro del caballo. Luego estaba en el coche de mi madre (pálida como un muerto) preguntandole por lo que había pasado. Por lo visto, se me olvidó apretar las rodillas y salí sobrevolando la cabeza del caballo. Aterrizé de cabeza. Dormí las 24 horas siguientes y al despertar ya estaba lista para volver a montar.

Los años pasaron, las caídas se repitieron. Algunas graciosas, otras estupidas. Participé en 3 cursos de verano con una amiga, Valentina, de 15 días cada uno. Lo pasabamos bomba: durante 2 años fuimos a Viareggio, en la misma cuadra donde había aprendido. Katia ya no estaba. Selvaggia había muerto hacía años. Mi abuelo, en aquel entonces aun compos sui, vivía en la ciudad y venía a verme todos los días. Que vibora era yo! Le saludaba y pasaba olimpicamente de el. Ni me sentaba a comer con el.

Con 14 años pasé el examen para "patente A2", un "permiso de conducir" que daba la posibilidad de participar en Cross Country y Caza al Zorro. Fue un curso muy interesante: daba nociones teóricas de como cuidar a un caballo, morfología, anatomía, primeros auxílios, practica, entretenimiento de los utensilios. Enfín, daba los conocimientos básicos que cada proprietario debería de tener. Seguí montando al estilo inglés hasta los 23 años, cuando entré en contacto con el mundo del caballo español.

¿Como? ...

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